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Maestro y discípula, juntos en el Museo de Arte Moderno

Mirar esta exposición me recordó aquel memorable encuentro que tuve con la gran pintora Clara Ledesma en su residencia, más bien apartamento, en la ciudad de Nueva York; para la epoca me desempeñaba como Curador y Vicepresidente de Carib Art Gallery, ubicada en el 584 de Brodway, justo al lado desde donde operó el mítico galerista norteamericano de origen italiano Leo Casteli, leyenda del arte moderno por haber puesto en el mercado de arte norteamericano a los más emblemáticos artistas de la vanguardia europea.

La visite una mañana de nieve temblorosa acompañado del hoy exitoso diplomático y reputado periodista Sully Saneaux, quien se desempeñaba como coordinador de exposiciones de la referida galería; recuerdo que le lleve los saludos de Don Fran Marino Hernández, para entonces Presidente del Patronato Rector del Museo de Arte Moderno, le dije de la intención del presidente Balaguer de entregarle en Palacio el Premio Nacional de Artes Plásticas, con firmeza, pero con delicada atención me dijo que no le interesaba, que ese país, el nuestro, no la había tratado bien, sentí su dolor.Le entregue dos volúmenes de la Enciclopedia del arte dominicano de Cándido Gerón donde figuraba en forma destacada su obra; lleve conmigo una pequeña grabadora para una entrevista y me dijo que no, que no la entrevistara, pero que podíamos hablar para recordar tantos buenos artistas del país; fue ahí cuando hablo de que moriría en su amado Nueva York, recuerdo que allí estaba uno de sus hijos, me parece que me dijo que era músico, pero que también pintaba, nos tomamos unas cinco fotografías, ella como una princesa, ataviada por unas elegantes gafas negras y con vestido largo estampado, sentada en una silla de ruedas y unas hermosas botas de cuero hasta las rodillas, fue la última imagen de Clara Ledesma que tengo en mi memoria; la muy admirada artista que ayer pude sentir parte de sus huellas, y de su memoria, de su fantasía y de su imaginación en el Museo de Arte Moderno.

Finalmente recuerdo que cuando ya me despedía le dije que me había apasionado con su obra a través de mi experiencia de trabajo y amistad con don Roberto Nader, fundador de la mítica Galería de Arte Nader, y con entusiasmo me dijo que de República Dominicana, los más asiduos a su casa, "como mis hijos", eran George Nader, para entonces un activo dealer internacional de arte, y Juan Luis Guerra, quien para entonces según se decía, poseía la más amplia colección de sus pinturas. Así vi y conocí a la inmensa Clara Ldesma, enferma y prácticamente ciega, con su poderoso y maravilloso arte transitando en su sangre y la indeleble mancha de absoluta libertad interior que marcaron la dignidad de su vida y su existencia creadora de una pintura a quien le corresponde el mismo escenario de Frida Kahlo, Leonora Carington y Amelia Peláez, porque ella fue y es una artista de América, pero el país, aun no lo sabe.

SOBRE LA EXPOSICION
El recién pasado 09 de diciembre, el medio cultural dominicano fue testigo de uno de los acontecimientos más importantes de las artes plásticas de las últimas décadas, debido a que las salas del Museo de Arte Moderno acogieron bajo un mismo espacio museológico (la segunda planta), sendas exposiciones del maestro del exilio español José Gausachs, integrada por un exquisito y casi caligráfico cuerpo de obras, básicamente dibujos, celosamente conservadas por el galerista, coleccionista y gestor cultural Juan José Mesa; e igualmente una colección de pinturas, dibujos arte sobre cristal de la gran maestra de la pintura moderna dominicana Clara Ledesma.

La importancia historia de esta exposición memorable, es que, conservando su autonomía museológica, curatorial y museográfica, ambas muestras conforman una unidad histórica y conceptual porque, en conjunto, instauran una trazabilidad sobre la supremacía lirica del maestro español en su lenguaje esencialmente poético fundado en la síntesis y la organización espacial de los sujetos en sus escenas, y porque en su condición de maestro de Clara Ledesma quedan cruzadas las huellas y niveles de influencia que este ejercicio sobre una discípula de la que premonizó que sería una las grandes pintoras de la modernidad pictórica nacional, desplazamiento de una categoría tan alta, que la ha dimensionado que la califican afirmativamente a nivel internacional, tanto por las fundamentaciones plásticas y estéticas de su arte como por el vibrante abordaje que realiza en su pintura de la caribeñidad, el antillanismo y la universidad del arte moderno, conectándose con lenguajes tan desafiantes, como la gracia temprana de Pablo Picasso. Una artista plantada en el desafío, la innovación y la provocación.

Me sentí profundamente conmovido y reflexivo por la riqueza conceptual de este proyecto museológico, que sin parte de una estrategia primaria en la acción de mecenazgo de Fernando Báez Guerrero y Juan José Mesa, la puesta en escena de estas dos exposiciones para su inauguración la misma noche, fue sabia y rigurosamente interpretada por la Directora del Museo de Arte Moderno María Elena Ditrén y su Curador Jefe Amable López Meléndez, al intervenir en la arquitectura del museo, un espacio laberintico que de no haber sido asumido musealmente, se hubiese convertido en una estructura fantasma que perturbaría la arquitectura conectiva que de manera excelente se convirtió en la documentología comunicante entre las dos muestras.

Cuando termine mi recorrido por los espacios de la muestra de Gausachs, me estremeció un importantísimo documento que vi sobre el muro; un amplio reportaje de época del Periódico el Caribe sobre su vida y su obra, ilustrado entre otras imágenes, con una foto en la que figuran maestro/Gausachs y discípula/Clara, una escena cargada de iluminación, sensibilidad, compromiso y conexión historia.

Y me vino a la memoria la gracia y el entusiasmo con la que me hablaba la pintora Marianela Jimenes sobre la gran pasión que su maestro sentía hacia ella, Clara Ledesma y la inmensa Ada Balcácer, así quedaron marcadas por la impronta de su práctica y destrezas aprendidas en el dominio de los secretos de la pintura, convirtiéndose en prominentes dibujantes y pintoras.

Solo espero que esta valiosa iniciativa de dos hombres del arte pueda multiplicarse "como flores y mil escuelas" en la conciencia y visión sobre el desarrollo integral del país, entre otros hombres y mujeres de negocio que tienen el privilegios de ser acaudalados coleccionistas de arte; de tal manera que el pueblo dominicano en todos sus estamentos sociales empiece a liberar a través de la cultura, la memoria mellada que nos bate a todos, y que esto lo asuman como celebración de la vida y celebración de los valores más auténticos de la identidad cultural nacional, un factor que tantos nos hace falta en estos tiempos tan tormentosos. Yo los invito.

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