Líder soberbio-vanidoso, el fin se acerca
- Escrito por Miguel Ángel Cid Cid
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Creerse superior a los demás es una patología originada por el complejo de inferioridad. Esa agonía carcome la autoridad del líder. Los aires de la soberbia soplan los humos hacia la cabeza. Colmados de esas ínfulas, nada se escapa a su control.
Cuando la vanidad se anida en la cabeza de un líder la integridad se pierde. Utilizar a los seguidores se convierte en una costumbre.
Respeto a los demás
Desde que el líder comienza a pedirle respeto a sus seguidores, esa es la señal principal de que algo anda mal. La autoridad se gana, nunca se exige.
Porque exigir respeto es —probablemente— la primera evidencia de que el guía trata de manera irrespetuosa a sus seguidores y allegados. Es una reacción a lo que ya es costumbre.
Admirar a los seguidores es —de alguna manera— una forma para que el líder se trate a sí mismo con respeto. La autovaloración es un principio fundamental para dar igual trato a las personas que rodean el guía.
Mostrar respeto hacia los demás ayuda a la construcción de una dinámica de trabajo en equipo. Una práctica enfocada en el respeto mutuo.
Tratar a todos los seguidores sin privilegios —como iguales— debería ser un esfuerzo constante de todo líder.
Hay costumbres que, los que aspiran construirse como líderes auténticos deberían interiorizar. Guías que contribuyen al desarrollo de otros líderes. Por ejemplo, asume una actitud positiva, conversa en calidad de iguales con los miembros de su equipo. Sin importar el puesto o la profesión de uno y de otro.
Escuchar la opinión de los seguidores sin interrumpir, igual que de los adversarios. La escucha, sumada a reconocer el trabajo de otros son las fuentes propiciadoras de la autoridad natural del líder.
Un dirigente inmodesto —que no reconoce los aportes de los otros— nunca podrá convertirse en líder. Está bloqueado por el orgulloso propio.
El peligro del silencioso
Si el guía pide el parecer de los miembros del equipo. Si solicita que le cuenten sobre lo ocurrido y la respuesta es el silencio. Cuidado, ya entró a la agrupación el peor enemigo del desarrollo del grupo y del líder.
Que el líder esté seguro de su rol orientador es tan importante como peligroso. El guía seguro de sí enfrenta mayores riesgos que aquel que se mantiene agobiado por una dosis de temor. Qué siente algo de miedo, qué está dudoso de que sus seguidores entenderán útil la toma de una decisión rápida.
El exceso de seguridad lleva al líder al terreno de la vanidad y la autosuficiencia. Entonces entra la arrogancia para minar la confianza, y, en consecuencia, despreciar los colaboradores.
El temor, sin embargo, le abre camino a la humildad. Y la humildad contribuye a la construcción de una imagen de sencillez, dócil. El temor, es la condición que te empuja a estar revisando constantemente cada acción. A quien ofendiste, a buscar nuevas formas de hablar con los seguidores o con los contrarios.
La ausencia de temor deja al líder ciego al momento de tomar las decisiones. Él, por derivación, toma disposiciones sin tener en consideración las opiniones de sus seguidores.
En la organización todos guardan silencio. Están los que celebran la acción fallida del guía. Pero en el fondo, son escasos los que se sienten conformes.
Combatiendo la soberbia
En la vida, tener miedo es una manera de percibir el peligro antes de que llegue. En el liderazgo el temor prevé la vanidad, el orgullo, la arrogancia y la autosuficiencia, entre otras plagas.
Propiciar jornadas de retroalimentación contribuye al cultivo de la humildad. Mostrarse dócil ante las críticas completa el binomio.
Evitar a toda costa resaltar beneficios individuales. Por el contrario, se debe reconocer y hasta celebrar el más mínimo esfuerzo de trabajo en equipo. Es fundamental demostrar la importancia de las acciones colectivas, que se sepa que, fomentar la cooperación entre los miembros del equipo rinde beneficios.
Animar prácticas que propicien el desarrollo personal. La autocritica del líder debería basarse en que este hizo conciencia de sus debilidades, por tanto, está buscando formas de mejorar su actuación.
Crear mecanismos —se dijo antes— de comunicación transparentes. Canales de uso simple, que todos puedan comunicar y comunicarse.
En resumen, queda claro que la soberbia, la vanidad y el orgullo echan por tierra el más prometedor de los liderazgos. Y que, la única manera de combatir la debacle que provocan estos antivalores es al través de la humildad y el respeto hacia todos por igual.