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Si Juan Bosch volviera a nacer!

Juan Bosch está muerto, definitivamente muerto, él y sus ideas, él y sus sueños, él y su pasión.

 

Juan Bosch está muerto, definitivamente muerto, él y sus ideas, él y sus sueños, él y su pasión.

Muerto como la carretera que sirvió de morada a "La mujer" de su ingenio, en la soledad y el sufrimiento.

Lo mató el tiempo, el implacable tiempo que cambió en un abrir y cerrar de ojos, todo el universo de la visión criolla.

Lo mató el pragmatismo de una sociedad que ya no cree en el nosotros, sino, en el yo, en el implacable sálvese quien pueda que Franklin Domínguez mitificó en la obra Se busca un hombre honesto.

Mir lo supo antes de morir y se lo susurró a su entrañable amigo Juan, le dijo al oído, te jodiste compañero, morirás con tus orejas rojas de tanto fuego alrededor, morirás de olvido, morirás con tus libros a cuestas y el rumor de un porvenir trunco, y ya nadie más servirá a tu partido para servir al pueblo, sino que se servirá a sí mismo para servir a la egolatría profética de Witman, servirá al cosmos , al hijo adoptivo de Manhattan, al minero, al buscador de fortunas, al pescador oportunista de cangrejos de plata y peces de oro que infla su gula y ansias de poder para embeberse en ellas.

El poeta de la patria lo supo siempre pero dejó tranquilo a su amigo en su tozudez, a su amigo Juan que creyó siempre en que se les podían sacar las garrapatas al buey al igual que los mercaderes al templo como creyó Jesús, sin sospechar siquiera que muy a pesar de las prédicas, de los folleticos de organización y disciplina convertidos en biblia, de los mil y un juramentos con puños apretados que se erguían epopéyicos hacia el infinito de la nación, o la adopción del himno de la marsellesa como épica de liberación, las garrapatas podrían reencarnar de nuevo en el acorazado de la estrella amarilla, adueñándose del mismo para volver a contaminar su encarnadura con los vicios de antaño.

Mir se enamoró de Walt Witman, del palpitar lírico de aquel coloso del norte que cantó al hombre común en su individualidad brutal y en sus sueños, pero el creador de Hay un país en el mundo rechazó el egocentrismo de Witman, escribiendo un contracanto al canto, un canto al colectivo en sustitución del canto al individualismo de Witman que hizo grande a los Estados Unidos.

Pero finalmente, Mir comprobó que Witman le ganó la partida.

Las nuevas generaciones están iluminadas por el yo y parece que ya no habrá más contracantos al definitivo cosmos individual, y Manhattan seguirá siendo el punto de miras de los desarrapados del sur y de Quisqueya en su búsqueda de un norte fulgurante.

Juan Bosch está muerto, y que no
me vengan con cuentos...

De esto nos habla la opulencia, el enriquecimiento ilícito bajo las sombras del poder, la tramposería, el desmadre, el irrespeto por la leyes, el desparpajo de un Estado que históricamente se ha manejado como finca, donde lo colectivo se parte y se reparte a cofradías usurpantes al estilo de las encomiendas en el proceso de conquista de esta isla del Caribe, cuando a los jefes españoles y sus familias, se les repartían tierras e indígenas para que hicieran fortuna.
Hoy, 30 de junio, día del maestro, qué terrible nostalgia me da comprobar que mi compañero de luchas y de pasión, el entrañable maestro Juan Bosch, está muerto.

Pero mejor así, porque si volviera a vivir, aunque fuera reencarnado en otro cuerpo, moriría irremediablemente de espanto.

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