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Sergio Forcadell

Sergio Forcadell

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La mejor profesión del mundo

Si hablamos de cuáles son las mejores profesiones que queremos para nosotros o las que deseamos para nuestros hijos, de seguro que estaremos pensando en las tradicionales como la medicina, la ingeniería, la arquitectura o el derecho, que siempre han gozado de mucho prestigio social y además tratan bien los bolsillos a la mayoría de las que las ejercen. O tal vez algunas más modernas, como piloto de líneas aéreas, astronauta, investigador submarino o actividades parecidas, que rozan más con la tecnología punta y  la aventura. Y si los vástagos tienen muchas ambiciones y determinación, es posible que uno piense que el mejor camino sea la política, oficio lleno de fuerte competencia y no exento de sinsabores, pero que si se alcanzan la metas, depara grandes satisfacciones derivadas del poder y en muchas ocasiones, van acompañadas de riquezas.

 

En Semana Santa todo fue posible

Es muy posible que usted haya estado como las habichuelas o los garbanzos antes de cocinarse, en remojo, ya sea de agua salada del mar o en agua dulce de un fresco lago o río, y es posible también que se le arrugara la piel como un higo seco.

Esopo, el contrato leonino y Macondo

En una fábula de Esopo, uno de los más grandes escritores de la Grecia antigua, maestro en  manejar acertadamente el género irónico, se relata una curiosa historia en la que se reúnen un león, una vaca, una cabra y una oveja para ir a cazar en los montes y repartirse fraternalmente lo que pudieran obtener.

Los cines y teatros, sobran

Hace cuatro décadas, ir al cine podía costarle, más o menos, entre 50 y 75 centavos los de barrio y un peso o uno y medio, el Triple, situado en el Malecón, que ya en aquellos años constaba de tres salas juntas, una verdadera innovación para la época y además eran las más modernas y cómodas de la capital. Ahora, ir a un cine, entre la entrada, las cocalecas, el refresco, la tableta de chocolate, la funda de platanitos o cualquier capricho chatarra, le sale a uno por un ojo de la cara, con lo que sólo le queda el otro para ver la película. Y si va con dos o tres niños, y ni digamos la familia entera y un sobrino o dos de ñapa, que Dios lo coja confesado y, sobre todo, con el sueldo del mes bien metido en la cartera.

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