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Del Réquiem de Mozart a la Cantata a Duarte, Molina abre camino a una nueva generación de maestros de la música

La función de un buen maestro ha de ser siempre la de ser un buen ejemplo, pero además, ha de promover las generaciones que lo sustituyan e incluso, que lo superen.

Un gran maestro siempre se sentirá feliz al ver a sus pupilos brillar con luz propia.
Es la garantía de un porvenir promisorio, en este caso, para la música.

Y esto es lo que ha hecho José Antonio Molina al lanzar a sus dos jóvenes compañeros de avatares musicales, Santy Rodríguez y Caonex Peguero, en la tarea de dirigir frente a la Nación a la Orquesta Sinfónica Nacional en un majestuoso concierto que nos cuenta las amarguras, las frustraciones, el ideal y la fe de dos personajes históricos trascendentes: Wolfgang Amadeus Mozart y Juan Pablo Duarte, el primero, depresivo y loco, el segundo, idealista, epopéyico e igualmente abatido.

Me dio mucho gusto ver a Santy Rodríguez dirigir el Réquiem de Mozart en la primera parte del espectáculo, reviviendo a través de su batuta los controvertidos sentimientos que esta pieza me ha traído interpretada por maestros de fama internacional.

Igualmente Caonex conmovió a los asistentes al interpretar la Cantata a Duarte, del compositor Rafael de Jesús Campos, con el Coro Nacional como telón de fondo por momentos y como elemento de primer plano, en otros.

Gracias a Molina por este gesto que lo engrandece aún más, somos el arte, su continuidad está en la juventud.

Mis saludos al Coro Nacional, que con este concierto celebra su 58 Aniversario, apoyado por los cantantes líricos y el actor Luis de los Santos.

Brillantes interpretaciones en conjunto en el Palacio de Bellas Artes y un gran regalo al espíritu de los espectadores.

Felicitaciones a todos.

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