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Hablemos de amenaza

Felipe Pinillo, no es una persona que se deja derrotar con facilidad, logró recuperarse en poco tiempo de la ruina económica por la pérdida del taller y pudo reconstruir con éxito su economía familiar. Sin embargo, en el camino de la vida de Felipe han ido quedando aquí y allá, enemigos grandes o pequeños, unos gratuitos, otros posiblemente con alguna justificación.

Ahora, cuando Felipe había vuelto a ser el "Feliz Pinillo" de antes, unas llamadas telefónicas anónimas y amenazantes ensombrecen su tranquilidad. Felipe ha aprendido a conocer a la humanidad y no se siente amenazado en sí por el sólo hecho de tener enemigos ("todo el mundo los tiene", reflexiona en su interior), sino por la posibilidad concreta de que las amenazas telefónicas se conviertan en realidad.

Porque es consciente de que el enemigo que llama a amenazar, puede en cualquier momento pasar de las palabras a la acción. Por eso ha colocado el caso en manos de las autoridades: Uno, para determinar con certeza de dónde provienen las amenazas y para asegurarse de que no se trata de un mero "juego" sino de un peligro latente de verdad. Y Dos, para tomar las medidas necesarias para que, en caso de concretarse las amenazas, no corran peligro ni su vida ni la de sus familiares, ni sus propiedades, ni su trabajo.

Ya vimos cómo los fenómenos de origen natural (terremotos, tsunami, huracanes, erupciones volcánicas, inundaciones) no constituyen por sí mismos desastres, sino que necesitan de unos cómplices para convertirse en catástrofes para la comunidad. Tampoco la existencia de esos hechos naturales, o de fenómenos de origen humano susceptibles de desencadenar un desastre, o la mera posibilidad teórica de que en  algún momento se pudieran presentar, constituyen amenazas en sí mismas, como no constituye una amenaza contra Felipe el sólo hecho de tener enemigos.

(No sobra recordar que, para efectos de ilustrar estos conceptos, hemos acudido, a manera de metáfora, a una situación imaginaria en la cual el autor de las amenazas telefónicas indudablemente posee la intención de hacerle daño a nuestro amigo Felipe Pinillo. En cambio en las amenazas de la naturaleza y aún en algunas de origen humano, no existe de por medio ninguna intencionalidad y mucho menos el propósito de hacerle daño a la comunidad. No vayamos a caer en el error de tomar las metáforas en sentido literal y de confundir los ejemplos "didácticos", con la manera cómo actúa la naturaleza en la realidad).

La verdadera amenaza surge cuando de la posibilidad teórica se pasa a la probabilidad más o menos concreta, de que uno de esos fenómenos de origen natural o humano, se produzca en un determinado tiempo y en una determinada región que no esté adaptada para afrontar sin traumatismos ese fenómeno. Esa falta de adaptación, fragilidad o vulnerabilidad, es precisamente la que convierte la probabilidad de ocurrencia del fenómeno en una amenaza.

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