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El círculo vicioso del poder

El remanentismo político tiene su historia en los antecesores gobiernos que crearon la cultura de la corrupción en todos los estamentos del estado, a fin de que sus funcionarios tengan puedan enriquecerse ilícitamente a costa de los bienes públicos, sin importar colores, razas y apellidos.

Esa debilidad de la partidocracia no solo esta enquistada en la centralización gubernamental que cada cuatro años agobia a la sociedad en su conjunto, sino que también permea las lides del congreso, los ayuntamientos, la justicia y todo lo que huela a poder y al manejo inocuo del dinero público.

Son solo promesas las que bordean los entornos de los pueblos en tiempo de campaña, que al final de cuentas se convierten en dolores de cabezas para los dominicanos con el aumento desordenado de los impuestos a los combustibles, la energía eléctrica, los alimentos básicos, los medicamentos, los internamientos, el pago a la educación privada y hasta  la semi privatización  de la salud pública.

El poder público se encuentra como la antigua iglesia en manos del luterismo, con un presidente que predicó con la moral en alto sus inquietudes para salvaguardar la nación, sin embargo dos meses después, nos vemos con un país rodeado de nubarrones donde todos se lamentan por las iniciativas de un gobierno que en los próximos días le dará una estocada mortal a los dominicanos que confiaron sin menoscabo en que se produciría un cambio.

Con la reforma fiscal recién apoyada a unanimidad por el circulo político de millonarios del comité central del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), esta organización y el propio gobierno están apostando al incremento de la pobreza y al desplome generalizado de las medianas y pequeñas empresas que actualmente no son favorecidas con un subsidio que traspasa la estabilidad del estado y que favorece a unos pocos.

La crisis económica provocada por funcionarios del pasado gobierno, empresarios y transportistas corruptos y corruptores no debe recaer encima de los más pobres a costa del enriquecimiento ilícito, por lo contrario, quienes deben responder son esas lides del peledesimo que se han alzado con la sartén por el mango y el mango también.

Es tiempo de reflexionar, a fin de no permitirles al gobierno y a sus funcionarios una reforma económica y oportunista que favorecerá su entorno y destruirá la clase más empobrecidas, mediante los exorbitantes aumentos que se producirán en los próximos días, a través de un sector comercial, productivo y empresarial que aprovecha los anuncios sin registrarse para hacer fortunas con el incremento en los artículos de la canasta familiar.

Es una ignominia que el funcionario público se abrogue el derecho de enriquecerse ilegalmente a costa de los bienes públicos; olvidando que el político debe estar al servicio del pueblo, lo que demuestra que el panorama de la corrupción en el país nos abruma y constituye una catástrofe cuando proviene de personas en las cuales se ha depositado la esperanza de cambios y desarrollo.

Como dice Alicia Miranda de Parducci "dejar pasar el mal es convertirnos en cómplices, pero a veces se tienen las manos atadas y ahora quieren ponernos una mordaza".

El autor es periodista

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