Miedo hasta en la sopa

Sabemos por demás que la incidencia criminal más que impactar físicamente a  quienes se envuelven en ella y la desarrollan como medio de subsistencia,  Cobra victimas inocentes y  somete a ciudadanos ajenos a ella a un estado de miedo e intranquilidad.

El miedo es ya parte integral de la vida diaria. Desarrollamos nuestras actividades sumido en un estado de cuidado y vigilancia continua. Sin darnos cuenta nos  hemos convertidos en maniáticos de la seguridad: rejas en cuantos huecos haya en la casa, cámara de vigilancia, puertas cerradas y sobre todos precavidos, desconfiados.

La  noche que mi hija me dice papi voy a dar una vuelta con mis amigas, que por su edad se reduce a un rato de cine, la lanza del miedo me cruza el corazón. No que sea exagerado y padre protector, sino que el delincuente, con su afán de cometer su fechoría y ajustar cuenta con el contrario, no ha dejado lugar seguro para nuestros muchachos.

Las autoridades saben donde están ubicados los puntos de drogas. También lo sabe la ciudadanía, pero son parte de la plaza pública de nuestros barrios y urbanizaciones. Nuestros hijos están expuestos continuamente al estilo de vida del lujo  y el derroche y nace el medio de que pueda más el sistema de cosas que los buenos consejos, la fuerza de convencimiento del amigo, o el compañero de escuela donde también nace el miedo por la inseguridad y falta de control.

Si, te confieso que tengo miedo y más cuando suceden eventos lamentables que envuelven a niños o jóvenes, me llega el deseo de saber dónde están mis hijas y si están bien y cuando lo confirmo entonces, puedo dormir tranquilo.