Publicidad
Imprimir esta página

"Teatro Nacional, una oveja negra en la Plaza de la Cultura", 20 años después

Nunca me ha importado quedarme sólo, perder el trabajo o ser perseguido por la satrapía del poder degenerado.

Vine configurado así en mi genética, supongo, porque mi abuelo Juan Pablo era así, terco como una mula y firme en sus ideas, a menos que se convenciera de lo contrario.

Su visión anti yanki me la transmitió desde que yo tenía cinco años, contándome historias de gavilleros y de cómo los norteamericanos hicieron toda suerte de tropelías en su invasión a Santo Domingo en 1916.

Lo cierto es que desde los tiempos de los gobiernos de Balaguer ya venía yo ejerciendo mi derecho a la palabra sin temor a nada, en procura siempre de un país más democrático.

En los 90s, tenía una página en el periódico Ultima Hora, desde la cual escribía reportajes y artículos de opinión mucho más contundentes que los que escribo hoy, ya que en ese tiempo estaba embuido del brío de la juventud, que se pierde con el paso de los años.

Uno de esos artículos a página completa se tituló "Teatro Nacional, una oveja negra en la Plaza de la Cultura", en la que desnudaba con datos concretos, nombres y apellidos, los procedimientos de una mafia que se había enquistado en el Teatro Nacional para lograr el monopolio de las salas con fines de enriquecimiento ilícito, la cual además, desnaturalizó el propósito de procurar un desarrollo nacional del arte, para el cual se había construido ese espacio, convertido para el momento en una pasarela permanente de espectáculos extranjeros.

La semana que entregué el artículo, mi página no salió, tampoco se publicó en la siguiente.

Cuando pregunté a Carlos Batista Matos, por qué estaban tardando tanto en la publicación de mi artículo, miró para arriba, miró para abajo y giró en su butaca sonriéndome, "Es que ese es un artículo muy largo Angel, y no hay espacio para anuncios ¿puedo modificarle algo? Le dije que no, pero de todas maneras lo publicó tal y como se había escrito.

Yo era empleado público para entonces, director de la Escuela Nacional de Arte Dramático.

A Ricardo Bello Cardona, mi jefe inmediato y quien era además el segundo en mando dentro de la estructura cultural del Estado en ese momento, nunca se le ocurrió perseguirme, degradarme ni cancelarme por mis ideas.

Prefería hacerse de la vista gorda y no darse por aludido, ni siquiera cuando yo le hacía críticas directas a su propia visión cultural o cuando disentía de las líneas culturales del presidente Balaguer.

Después que terminó la era del caudillo reformista, a quien se le atribuyen toda suerte de atropellos y crímenes, se inauguró el período de la llamada democracia liberal, donde supuestamente se garantizarían más los derechos ciudadanos.

Pero paradójicamente, es precisamente en tiempo de los gobiernos liberales cuando más se irrespeta y persigue a las personas por su forma de pensar, aunque de manera más cínica y disimulada. ¡Qué desastre!

Por algo el presidente del PLD, Leonel Fernández dijo hoy en la apertura del congreso morado, que el PLD se ha debilitado y que ni las bases del PLD, ni los dirigentes medios y de base peledeístas están conforme con lo que está pasando en esa organización.

Es que el poder embriaga y hace que los ideales se tiren a la mierda.

Pero un día, los ciudadanos se encojonarán, (peledeístas, perredeístas y no partidistas) y prenderán fuego al país por los cuatro costados, como en la toma de la Bastilla de 1789 en París, echando del templo a los usurpadores del poder popular y a los enemigos de la democracia.

Estaremos ahí, con un jacho prendío en la mano derecha, la estrella amarilla en la frente, una piedra bien grande en la mano izquierda y el pulmón bien lleno de coraje, gritando a viva voz como un gallo colorao, ¡Basta ya, somos el pueblo!

Información adicional

Secciones

Noticias Regionales

Nosotros

Síguenos

MunicipiosAlDia Alianzas

"Teatro Nacional, una oveja negra en la Plaza de la Cultura", 20 años después - MunicipiosAlDia.com :: Edición República Dominicana
Logo
Imprimir esta página

"Teatro Nacional, una oveja negra en la Plaza de la Cultura", 20 años después

Nunca me ha importado quedarme sólo, perder el trabajo o ser perseguido por la satrapía del poder degenerado.

Vine configurado así en mi genética, supongo, porque mi abuelo Juan Pablo era así, terco como una mula y firme en sus ideas, a menos que se convenciera de lo contrario.

Su visión anti yanki me la transmitió desde que yo tenía cinco años, contándome historias de gavilleros y de cómo los norteamericanos hicieron toda suerte de tropelías en su invasión a Santo Domingo en 1916.

Lo cierto es que desde los tiempos de los gobiernos de Balaguer ya venía yo ejerciendo mi derecho a la palabra sin temor a nada, en procura siempre de un país más democrático.

En los 90s, tenía una página en el periódico Ultima Hora, desde la cual escribía reportajes y artículos de opinión mucho más contundentes que los que escribo hoy, ya que en ese tiempo estaba embuido del brío de la juventud, que se pierde con el paso de los años.

Uno de esos artículos a página completa se tituló "Teatro Nacional, una oveja negra en la Plaza de la Cultura", en la que desnudaba con datos concretos, nombres y apellidos, los procedimientos de una mafia que se había enquistado en el Teatro Nacional para lograr el monopolio de las salas con fines de enriquecimiento ilícito, la cual además, desnaturalizó el propósito de procurar un desarrollo nacional del arte, para el cual se había construido ese espacio, convertido para el momento en una pasarela permanente de espectáculos extranjeros.

La semana que entregué el artículo, mi página no salió, tampoco se publicó en la siguiente.

Cuando pregunté a Carlos Batista Matos, por qué estaban tardando tanto en la publicación de mi artículo, miró para arriba, miró para abajo y giró en su butaca sonriéndome, "Es que ese es un artículo muy largo Angel, y no hay espacio para anuncios ¿puedo modificarle algo? Le dije que no, pero de todas maneras lo publicó tal y como se había escrito.

Yo era empleado público para entonces, director de la Escuela Nacional de Arte Dramático.

A Ricardo Bello Cardona, mi jefe inmediato y quien era además el segundo en mando dentro de la estructura cultural del Estado en ese momento, nunca se le ocurrió perseguirme, degradarme ni cancelarme por mis ideas.

Prefería hacerse de la vista gorda y no darse por aludido, ni siquiera cuando yo le hacía críticas directas a su propia visión cultural o cuando disentía de las líneas culturales del presidente Balaguer.

Después que terminó la era del caudillo reformista, a quien se le atribuyen toda suerte de atropellos y crímenes, se inauguró el período de la llamada democracia liberal, donde supuestamente se garantizarían más los derechos ciudadanos.

Pero paradójicamente, es precisamente en tiempo de los gobiernos liberales cuando más se irrespeta y persigue a las personas por su forma de pensar, aunque de manera más cínica y disimulada. ¡Qué desastre!

Por algo el presidente del PLD, Leonel Fernández dijo hoy en la apertura del congreso morado, que el PLD se ha debilitado y que ni las bases del PLD, ni los dirigentes medios y de base peledeístas están conforme con lo que está pasando en esa organización.

Es que el poder embriaga y hace que los ideales se tiren a la mierda.

Pero un día, los ciudadanos se encojonarán, (peledeístas, perredeístas y no partidistas) y prenderán fuego al país por los cuatro costados, como en la toma de la Bastilla de 1789 en París, echando del templo a los usurpadores del poder popular y a los enemigos de la democracia.

Estaremos ahí, con un jacho prendío en la mano derecha, la estrella amarilla en la frente, una piedra bien grande en la mano izquierda y el pulmón bien lleno de coraje, gritando a viva voz como un gallo colorao, ¡Basta ya, somos el pueblo!

Información adicional

Artículos relacionados (por etiqueta)

Lo último de Angel Mejía Frías

Copyright © MunicipiosAlDía.com :: Edición República Dominicana o sus licenciadores . Exceptuando cuando se indique lo contrario, los contenidos se publican bajo licencia Creative Commons Atribución-Compartir Igual CC BY-SA . Sala de Redacción en Santo Domingo, República Dominicana.